Herminia Psicología Psicología y Educación
  • Psicóloga. Coaching Educativa

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La impulsividad

Por El 10/05/2023

La impulsividad es un rasgo que con frecuencia va acompañado por todo un conjunto de características en la personalidad. La primera de esas características es el inmediatismo. Este tipo de personas necesitan resultados rápidos y tienen gran dificultad para esperar. Quieren que todo se lleve a cabo en el menor tiempo posible.

De otro lado, es muy frecuente que las personas a las que les cuesta no precipitarse tengan un estado de ánimo inestable. Cambian de humor con facilidad, pasando de la risa a la tristeza, o de la ira a la alegría de una manera muy brusca. Así mismo, es muy habitual que les cueste mucho trabajo diseñar planes y ejecutarlos. No logran ser metódicos en lo que hacen, sino que cambian a mitad de camino.

Quienes tienen dificultades para no precipitarse parece como si no entendieran el tiempo. Es muy usual que les falte tiempo para completar su agenda. Es como si siempre estuvieran ocupados y generalmente tardan más de lo usual en completar sus tareas o actividades.

La clave para no precipitarse es en realidad simple: generar un margen de espera. Quien se precipita generalmente lo hace de forma automática. Opera bajo una lógica de acción-reacción que funciona mecánicamente. Lo primero, entonces, es preguntarse si uno está actuando de esa manera. Si se deja llevar por el impulso y después se arrepiente.

De ser así, lo adecuado es adoptar una perspectiva de observación sobre uno mismo. No es fácil al comienzo, pero con un poco de constancia se logra. Se trata de crear una especie de alarma interna que se active cuando estemos en un pico emocional. Dicha alarma debe llevarnos a hacer un alto de tan solo cinco segundos.

Ese breve lapso nos sirve para respirar o simplemente para contar hasta diez. 

La primera dificultad con la que nos encontramos al hablar de este tema es cierta confusión en torno a la impulsividad. Hay quienes piensan que no precipitarse es una señal de extrema rigurosidad o de falta de espontaneidad. Así mismo, no faltan quienes creen que el autocontrol o las conductas medidas son una especie de falta de franqueza.

Es cierto que no es bueno ni sano «medir» todas y cada una de las conductas que llevamos a cabo. Todo extremo es indeseable y tampoco podemos convertirnos en una especie de carceleros o vigilantes permanentes de nosotros mismos. Hay muchas circunstancias en las que las “conductas sin filtro” son muy valiosas.

El problema aparece cuando nos enfrentamos a situaciones que exigen el uso pleno de la razón. Decisiones o acciones que podrían tener múltiples consecuencias negativas si no se sopesan con cuidado. Es ahí donde cobra importancia el arte de no precipitarse. Muchos de los grandes errores surgen precisamente por un impulso.

En principio, lo adecuado es no precipitarse en las situaciones que implican un posible daño para nosotros mismos o para los demás. No es fácil separarlas del resto.

En determinadas circunstancias, una acción simple desencadena toda una cadena de consecuencias indeseables. En otras, hasta un grave error no causa mayor impacto. ¿Cómo precisar esto?

Se puede decir que toda situación en la que esté involucrado un sentimiento demasiado intenso se debe abordar con cuidado. En particular, no es adecuado que se actúe cuando ese sentimiento, positivo o negativo, prima de manera contundente. Esto porque los sentimientos y las emociones pueden precipitar juicios poco justos o actuaciones desproporcionadas.

Se requiere de un mínimo margen de serenidad para tomar la decisión de decir o hacer algo que pueda tener consecuencias. Es bueno adoptar el hábito de no actuar cuando percibimos que hay una emoción o un sentimiento demasiado influyente o incluso invasivo en un momento dado. Ese estado no suele mantenerse tan intenso por mucho tiempo, así que a veces solo es cuestión de esperar un momento.

La impulsividad es un rasgo que con frecuencia va acompañado por todo un conjunto de características en la personalidad. La primera de esas características es el inmediatismo. Este tipo de personas necesitan resultados rápidos y tienen gran dificultad para esperar. Quieren que todo se lleve a cabo en el menor tiempo posible.

De otro lado, es muy frecuente que las personas a las que les cuesta no precipitarse tengan un estado de ánimo inestable. Cambian de humor con facilidad, pasando de la risa a la tristeza, o de la ira a la alegría de una manera muy brusca. Así mismo, es muy habitual que les cueste mucho trabajo diseñar planes y ejecutarlos. No logran ser metódicos en lo que hacen, sino que cambian a mitad de camino.

Quienes tienen dificultades para no precipitarse parece como si no entendieran el tiempo. Es muy usual que les falte tiempo para completar su agenda. Es como si siempre estuvieran ocupados y generalmente tardan más de lo usual en completar sus tareas o actividades.

La clave para no precipitarse es en realidad simple: generar un margen de espera. Quien se precipita generalmente lo hace de forma automática. Opera bajo una lógica de acción-reacción que funciona mecánicamente. Lo primero, entonces, es preguntarse si uno está actuando de esa manera. Si se deja llevar por el impulso y después se arrepiente.

De ser así, lo adecuado es adoptar una perspectiva de observación sobre uno mismo. No es fácil al comienzo, pero con un poco de constancia se logra. Se trata de crear una especie de alarma interna que se active cuando estemos en un pico emocional. Dicha alarma debe llevarnos a hacer un alto de tan solo cinco segundos.

Ese breve lapso nos sirve para respirar o simplemente para contar hasta diez. Si logramos abrir esa pequeña ventana, ya vemos la otra orilla. Tal vez nos ayude dar un pequeño paseo en ese momento o simplemente retirarnos a un lugar tranquilo para respirar profundamente. En un lapso relativamente breve surgirá y crecerá un margen de serenidad, aunque no nos sintamos plenos aún.

Así mismo, es muy beneficioso planear y realizar actividades a medio y largo plazo. Iniciar un curso e ir a todas y cada una de las clases. Plantar una semilla y cuidarla hasta que sea una planta. Todo ello aumentará la perseverancia, el sentido de control y el control también situaciones críticas.

* lamenteesmaravillosa.com

Comunicación Asertiva

Por El 22/02/2023

La comunicación asertiva en la familia significa expresar nuestra opinión de forma consciente, congruente, clara, directa y equilibrada; su finalidad es la de comunicar nuestras ideas y sentimientos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior en el que habite la confianza.

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Desarrollar una comunicación asertiva en la familia repercutirá de manera positiva en nuestra salud emocional y mental, además de permitirnos ver la realidad con más claridad y establecer relaciones sólidas con los miembros de la familia. Además, favorece:
• Reducción del estrés.
• Mejora de tus habilidades sociales y personales.
• Mejor control de los impulsos o la rabia.
• Mejora tu autoestima.
• Entiendes mejor tus emociones.
• Te respetas y te ganas el respeto de los demás.
• Mejoras tus habilidades para tomar de decisiones.
• Ganas en satisfacción personal.
Es esencial tener una comunicación asertiva en la familia para fortalecer las relaciones entre sus miembros. La buena comunicación se ve reflejada en vínculos sanos, respeto mutuo, afecto, cariño y compañerismo, ya sea en la relación de los padres, estos con los hijos o entre hermanos.
Una comunicación asertiva parte del respeto hacia la otra persona. Antes de dirigirnos a nuestros hijos, dediquemos un tiempo a pensar qué vamos a decirles y cómo vamos a hacerlo, especialmente cuando el mensaje que queremos trasmitir es importante y queremos que cale en ellos.
También debemos inculcar en ellos la empatía hacia los demás. Si toda la familia intenta comprender lo que piensa y siente el otro, será más fácil entablar un diálogo y que las discusiones no erosionen la confianza.
*lamenteesmaravillosa

Angustia

Por El 31/01/2023

La angustia es un estado afectivo que causa malestar, sensación de sofoco, sufrimiento mental e incluso tristeza. Está relacionada con el temor (miedo irracional), la desesperación y, en muchos casos, con la incertidumbre. El miedo a la separación, el acoso en la escuela o en el trabajo o los pensamientos irracionales e intrusivos, entre otras situaciones, pueden provocar angustia.
Es frecuente que el término angustia se confunda con ansiedad. En este artículo hablaremos de las diferencias entre ambos conceptos y profundizaremos en las causas, los síntomas y los posibles tratamientos de la angustia.

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No es fácil entender la diferencia entre angustia y ansiedad, pues son términos que suelen emplearse como sinónimos en muchas ocasiones. Hay autores que consideran que la diferencia se encuentra en que mientras la ansiedad se emplea en el ámbito clínico, la angustia tiene un origen más bien filosófico, y es especialmente importante en el existencialismo.
Y es que a pesar de los intentos por distinguir estos conceptos por parte de filósofos, médicos y psicólogos, hoy en día siguen confundiéndose estos términos y son usados como sinónimos en muchos casos. Algunos autores han considerado que en la angustia imperan los síntomas físicos, mientras que en la ansiedad priman los psicológicos (si bien esta distinción entre síntomas es aún más confusa).
También se ha considerado que la angustia tiene un efecto paralizante sobre el individuo, mientras que la ansiedad activa una reacción motora de sobresalto. Sin embargo, en la actualidad, cuando se habla de ansiedad también se tienen en cuenta tanto los síntomas físicos como psicológicos.
Un ejemplo claro de cómo se emplean estos conceptos de manera indistinta es cuando se menciona el trastorno de pánico, pues también recibe el nombre de crisis de ansiedad o trastorno de angustia.
Si bien la ansiedad y la angustia destacan por parecerse al miedo, son diferentes a este último en el sentido que el miedo se manifiesta ante estímulos presentes, y la ansiedad o la angustia ante la anticipación de peligros futuros, indefinibles, imprevisibles e incluso irracionales.
La angustia puede ser adaptativa y útil, en el sentido de que es una reacción normal en nuestro día a día, e incluso llega a ser beneficiosa en ciertos contextos. Por ejemplo, al cruzar una carretera con el semáforo en rojo, pues nos mantiene alerta para que no nos atropellen.
Pero si pensamos en una crisis de ansiedad o un trastorno de angustia, la persona tiene una reacción de angustia desproporcionada, que paraliza al individuo, y en el que cobran presencia los síntomas psíquicos como la sensación de ahogo y peligro inminente, que nada tienen que ver con la realidad. Es por eso que puede llegar a ser considerada una psicopatología.
*psicologiaymente.

 

 

Regalar

Por El 23/12/2022

Cada vez que damos o recibimos algún regalo, no solo obtenemos un objeto, también solemos experimentar una sensación de bienestar, aunque la incertidumbre ante la compra de un regalo puede provocar ansiedad. La neurociencia y la psicología ofrecen pistas para entender estas sensaciones.

Una de las claves del regalo es el reconocimiento. Pero a algunas personas este acto les provoca más estrés que felicidad. La clave está en cómo lo interpreta nuestro cerebro.

Navidades, cumpleaños, aniversarios, santos... El ritual de preparar un regalo especial o recibir un obsequio de alguien cercano despierta en nosotros un abanico de sensaciones que tienen su origen en un cóctel de sustancias químicas llamadas neurotransmisores. ¿Por qué nos emocionamos al regalar algo a un ser querido? ¿Por qué tenemos una sensación de bienestar cuando alguien se acuerda de nosotros? Todo se debe a la acción combinada del sistema neuronal de refuerzo -la parte relacionada con el placer- y las sustancias que activan nuestro "yo" más emocional.

Cuando recibimos un regalo se ponen en funcionamiento las estructuras críticas destinadas al procesamiento de la información emocional, como la amígdala y la corteza prefrontal, las cuales nos provocan un bienestar muy distinto al material. Es aquello que sentimos cuando alguna persona se preocupa de nosotros o cuando, por ejemplo, alguien se acuerda de una fecha que consideramos muy importante.

Ekaterina shevchenko zltlhekbh04 unsplashLa química de la felicidad

El mero hecho de regalar o recibir un obsequio implica un juego de distintas sustancias químicas que actúan en nuestro cerebro: la oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas determinarán el proceso de compra y marcarán el grado de satisfacción o bienestar de cada persona.

Por un lado, interviene la oxitocina, denominada ‘hormona de cognición social’, relevante en la construcción de una relación de confianza y el desarrollo de relaciones emocionales. Es la sustancia que se desata cuando damos un abrazo o cuando realizamos un regalo a alguien importante para nosotros. Está relacionada con la formación de relaciones personales y está presente en el establecimiento de la confianza entre las personas.

Por otra parte, nuestro cerebro tiene una herramienta perfecta relacionada con el control de las emociones que también actúa como reguladora del estrés: la serotonina. Se trata de un mecanismo evolutivo que ha ido moldeándose con el paso del tiempo como consecuencia de la evolución, y que nos ha permitido, entre otras cosas, sobrevivir ante situaciones adversas.

En la actualidad, vinculamos las situaciones de estrés a otros ámbitos, como el día a día o el trabajo, donde la posibilidad de daño físico es mínima. Sin embargo, la evolución nos ha dotado de mecanismos adaptativos, con lo que la liberación de endorfinas actúan como analgésicos cuando nuestro cerebro interpreta que puede haber un peligro que nos cause algún daño. Por este motivo, liberamos endorfinas cuando practicamos ejercicio físico.

Sin embargo, las endorfinas no solo nos ayudan a superar situaciones de estrés, sino que también se desatan para proporcionarnos bienestar. Por ejemplo, cuando estamos escuchando música en un lugar tranquilo, podemos estar liberando esa sustancia. Eso lo que lo diferencia de la dopamina, un neurotransmisor que también nos genera placer, aunque por una causa bien distinta: nos motiva para conseguir un objetivo determinado.

Por último, en todo proceso de compra actúa otro neurotransmisor fundamental: la serotonina, una sustancia “muy importante para la regulación del estado de ánimo, pues facilita que las personas puedan obtener esa sensación de bienestar emocional”, afirma Redolar. Cuando ofrecemos un regalo a alguien, hacemos que se sienta importante y, por tanto, aumenta indirectamente su nivel de felicidad.

Ansiedad, el efecto inesperado

Sin embargo, no todo el mundo experimenta una sensación agradable al ofrecer o recibir un regalo. La incertidumbre ante la compra de un regalo puede provocar ansiedad en determinadas personas, una sensación causada por el sentimiento de inseguridad que provoca no saber qué regalar, lo que, desde el punto de vista biológico, se traduce en un sobreesfuerzo de la corteza prefrontal, encargada de la planificación.

Cuando ofrecemos a alguien un regalo, entramos en una situación de alerta a la espera de la reacción. Si no obtenemos una respuesta satisfactoria, es probable que nos sintamos decepcionados, del mismo modo que el destinatario puede sentirse presionado por demostrar su satisfacción.

www.nationalgeographic.com.es/ciencia

Afrontar situaciones traumáticas

Por El 29/11/2022

Cómo afrontar situaciones traumáticas en la infancia.

Los niñ@s son, con cierta frecuencia, testigos o víctimas de acontecimientos traumáticos que suponen para ellos un gran impacto emocional, por ejemplo; la muerte del padre, la madre o algún familiar próximo. Esto resulta aún más terrible si tiene lugar en un accidente de tráfico que el niñ@ ha presenciado, en cualquier otro tipo de catástrofe o en un atentado terrorista.

Los adultos se encuentran, entonces, en una situación en la que difícilmente saben cómo explicar lo sucedido al niñ@, cómo tratarle en los días sucesivos o cómo evaluar si su comportamiento y reacciones son realmente normales.

Sabemos que con unas líneas no se puede dar respuesta exhaustiva a cómo abordar situaciones tan dramáticas, pero queremos contribuir con unas pautas básicas que guíen al adulto para hablar con el niñ@ y entender sus reacciones.

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Es evidente que, aunque hablemos del niñ@, hay grandes diferencias entre unos y otros. No es lo mismo, ni va a reaccionar de la misma manera, un niñ@ de 4 ó 5 años que uno de 10 ó que un adolescente de 16. Siempre tendremos que tratarles en función de su edad, teniendo en cuenta sus diferencias y considerando las experiencias que han vivido, las reacciones y las emociones que lo sucedido ha podido provocar en el niñ@ y en su familia.

Nos dirigimos, pues, a los adultos que están cerca de los niñ@s y que van a tener que enfrentarse, junto con ellos, a cualquier situación que suponga un fuerte impacto emocional.

Siempre decir al niñ@ la verdad. Nunca mentir. No se le puede decir, por ejemplo, que su padre se ha ido de viaje y tardará mucho en volver. La mentira no protege al niñ@; pensemos que, probablemente, va a conocer la verdad a través de otras personas, a veces de manera más cruda y más dolorosa. Cuando esto suceda, se sentirá engañado. Si hay alguna mala noticia que dar al niñ@, ¿no es preferible que lo hagan, de manera cuidadosa, las personas a las que el niñ@ quiere y en las que confía?

Decirle sólo aquello que pueda entender. Debemos tener en cuenta la edad del niñ@ y su nivel de comprensión. En los niñ@s muy pequeños no debemos dar información que no puedan entender. Tan absurdo sería dar explicaciones excesivas a un niñ@ de 3 años como evitarlas a un adolescente.

No dar más información de la que el niñ@ pueda asumir Estamos comunicando al niñ@ algo que le desborda emocionalmente; partimos del hecho de que debemos decírselo, sin embargo, tenemos que marcar unos límites. En general, es el propio niñ@ el que los marca, preguntando más o cambiando de tema.

Responder siempre a las preguntas que nos haga el niñ@ sobre lo que ha sucedido. En general, sus preguntas nos orientan sobre la información que desea tener, pero, en muchos casos el niñ@ no pregunta nada porque se teme lo peor, como en el caso de la muerte de alguna persona próxima. Cuando esto sucede, hay que ir un poco más allá de sus preguntas y comunicárselo.

* Defensor del menor CAM

Comunicación

Por El 26/09/2022

Cada uno de nosotros tenemos una forma particular de comunicar. Ahora bien, las personas que hablan rápido no siempre logran transmitir sus mensajes de manera efectiva y, lo que es más importante, suelen generar en el emisor cierta sensación de estrés, confusión y una mayor dificultad a la hora de entender lo que se les está diciendo. Se trata además de un estilo de comunicación del que se pueden deducir varios aspectos.

En primer lugar, hablar rápido no tiene por qué responder a un trastorno psicológico. En ocasiones, podemos encontrarnos ante algún trastorno del habla como la taquilalia, que define a esas personas con un discurso excesivamente rápido, con atropellamiento de las palabras y con pausas o repeticiones que complican aún más el flujo rítmico del habla.

La causa que explica este tipo de comunicación responde en muchos casos a la ansiedad y a estresores en los contextos próximos, algo que sucede muchas veces durante la infancia. Por tanto, si conocemos a alguien que usa de forma habitual este tipo de discurso, tengamos un poco más de paciencia.

Hay quien piensa que las personas que hablan rápido podrían tener alguna virtud que los diferenciara de los demás. Hablar rápido podría significar, por ejemplo, que «piensan igual de rápido», también que podrían ser grandes oradores al dar discursos con un gran número de datos e información. Sin embargo, la ciencia ya nos ha señalado que esto no siempre es así.

Para empezar, hablar rápido no significa que se hable con fluidez. Asimismo, quien comunica de manera acelerada no siempre da tiempo a que su audiencia llegue a digerir toda la información que se transmite. Esto es al menos lo que nos señalan expertos.

Las personas que hablan rápido, por término medio, suelen arrastrar los siguientes lastres:

• Alteraciones en el tono de voz. En ocasiones pueden hablar demasiado alto o al poco, hacer uso de un tono más bajo que dificulta la comprensión.

• Problemas a la hora de articular, se cometen errores al pronunciar algunas palabras.

• Uso de rellenos en el discurso (ah, em…) así como las repeticiones (es decir, quiero decir, así que…).

• Los aspectos más importantes del mensaje, es decir, el tema central que se quiere comunicar, pasa desapercibido.

• El oyente no llega a comprender todo el discurso de las personas que hablan rápido. Además, es común que le dé menos valor y que se experimente cierto estrés por ese estilo de comunicación tan rápida.

Causas de este estilo de comunicación

El origen de ese discurso excepcionalmente rápido es multidimensional. Es decir, no hay una sola causa, en realidad, hay diferentes factores que pueden explicarnos por qué ocurre (o por qué nos ocurre). Son las siguientes:

• Condicionamiento desde la infancia. Hay pequeños que se sienten socialmente presionados desde edades tempranas a hablar de forma rápida. Tener hermanos muy traviesos o incluso tener progenitores que también hablan rápido suele definir este estilo comunicativo.

• La personalidad extrovertida presenta en determinadas ocasiones esta característica. Es un perfil donde se tiende a pensar mientras se habla, donde prima la impulsividad y esas ideas que se atropellan unas a otras y que se expresan casi sin filtro.

• Un tercer factor, el más común en ocasiones, es la mente acelerada. En ocasiones, llevar un día a día marcado por las prisas, la ansiedad y la presión, hace que terminemos comunicándonos de manera nerviosa. Tal y como suele decirse, hay personas que se comunican tal y como viven: de manera estresante.

Todos queremos comunicarnos de manera efectiva. Hablar con eficacia es hacer llegar nuestro mensaje de manera adecuada, cercana y hasta cautivadora. Así, quien lo hace de manera rápida y precipitada no solo genera en los demás cierta ansiedad o dificultades para comprender lo que se dice. También, fruto de la inercia, puede terminar compartiendo pensamientos que en realidad le gustaría mantener en privado.

Por tanto, las personas que hablan rápido deberían aprender no solo a bajar el ritmo. También a aplicar un pensamiento algo más reflexivo y menos impulsivo, donde poder sentirse poco a poco más competentes y con mayor autocontrol. Estas serían algunas claves:

• Gestión emocional. Tal y como venimos señalando, esta forma de comunicación viene mediada por nuestras emociones y, en concreto, por la ansiedad derivada de nuestro estilo de vida. Por ello, a veces no basta solo con bajar el ritmo, hay que establecer un control sobre la ansiedad, el estrés, la impulsividad…

• Control de la respiración. Técnicas, como la respiración profunda o la relajación progresiva de Jacobson, pueden ayudarnos a entrenar la calma interna para mejorar el ritmo de nuestra comunicación.

• Piensa como oyente. Cuando te estés comunicando con alguien entrena tu pensamiento para establecer pausas. En esos instantes donde aprovechar para tomar aire, pregúntate si aquello que estás diciendo está llegando al emisor. Repítete a ti mismo, que comunicar despacio siempre es mejor.

• Pide a los demás que te avisen si hablas rápido. A veces, lo hacemos casi sin darnos cuenta, aceleramos el discurso y el habla se vuelve atropellada (sobre todo si estamos nerviosos). Por ello, nunca está demás señalar a los demás de que tenemos esa tendencia y que agradeceríamos sin duda que nos avisaran. En caso de que nos den el «toque», bajamos el ritmo.

Para concluir, tal y como hemos señalado al inicio, las personas que hablan rápido no siempre padecen un trastorno. La mayor parte de las veces se trata de una conducta comunicativa que podemos controlar siendo conscientes de ello. Vale la pena tenerlo en cuenta.

* lamenteesmaravillosa.com

Duelo

Por El 10/06/2022

Duelo congelado o retardado.

Aceptar una pérdida nunca es fácil. Tanto es así que hay quien no puede manejar el sufrimiento y lo deja a un lado, negándose a aceptar la ausencia. El duelo retardado puede durar décadas y conforma esa realidad donde el dolor se vuelve silencioso y crónico.

El duelo congelado hace referencia a una pérdida no superada. Es el dolor que se cronifica, que se arrastra de manera permanente y que se manifiesta de muy diversas maneras: ansiedad, estrés, agotamiento, apatía, irritación constante… Así, y por llamativo que nos parezca, estamos ante una realidad clínica que se da con bastante frecuencia.

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Hay quien no sabe muy bien qué hacer con ese conjunto de sensaciones adversas, con ese sufrimiento que paraliza y sitúa a la persona en un vacío muy difícil de gestionar. Otras se aferran a su cotidianidad, a su trabajo y obligaciones intentando convencerse de que pueden seguir adelante. Se dicen a sí mismas que no pasa nada, que el dolor se puede esconder como quien guarda un objeto personal en una caja fuerte.

En ambos casos se genera una misma anatomía del sufrimiento: la del duelo patológico, ese donde no hay un cierre ni una aceptación de la pérdida. De este modo, si hay algo que debemos entender

es que el dolor no tiene fecha de caducidad, puede durar décadas e integrarse en cada cosa que pensamos y hacemos. El duelo congelado se enmascara en múltiples enfermedades y opaca por completo nuestra oportunidad de volver a ser felices.

El dolor puede congelarse, quedarse en suspensión o incluso permanecer atrapado como una semilla en una gota de ámbar. Lo hacemos así cuando nos negamos a afrontar una realidad dolorosa, cuando nos decimos a nosotros mismos que es mejor aparcarla a un lado y retomar nuestras vidas evitando pensar en esa persona que acabamos de perder.

Si hay algo que los especialistas en materia de duelo sabemos bien, es que este proceso psicológico se vive en cada uno nosotros de manera muy diferente. Ahora bien, la visión general que suele tenerse del tema es que una pérdida es sinónimo de tristeza y que, por término medio, se tarda entre un año o año y medio en poder avanzar y dar por finalizado un duelo.

Estas ideas no son del todo correctas. Para empezar cuando se pierde a alguien se experimenta algo más que tristeza. Hay rabia, hay desconcierto y hasta angustia. Asimismo, la vivencia de un duelo se relaciona de manera directa con la personalidad de cada uno, con los recursos de los que tenga y también del apoyo social y personal del que disponga.

El duelo congelado o retardado aparece como mecanismo de defensa. La persona se niega a aceptar la realidad de lo sucedido, no puede afrontarla, se siente incapaz de lidiar con semejante sufrimiento. De ahí, que el cerebro opte por negar o simplemente, ‘congelar’ el sufrimiento dejándolo para otro instante.

Ahora bien, todo ese sobreesfuerzo psicológico y esa contención emocional tiene consecuencias:

• Es común padecer trastornos de ansiedad y estrés.

• La persona sufre hipersensibilidad. Cualquier imprevisto o evento fortuito se vive de manera sobredimensionada.

• Se puede derivar en trastornos alimentarios o en conductas de adicción.

• Hay a su vez una clara negativa a hablar o nombrar la pérdida de esa persona significativa.

• Aparecen síntomas psicosomáticos como problemas digestivos, alergias, cefaleas, dolores musculares, problemas de piel, caída del cabello.

• Surge una falta de visión o planificación de futuro. Uno deja de tener planes y objetivos vitales.

• Surgen también problemas a nivel relacional. Falta la alegría, la paciencia, las ganas de compartir, de disfrutar de instantes de ocio… Es más, en ocasiones hasta se deja de conectar con los demás de manera auténtica, falla la empatía porque el sufrimiento interno no aceptado opaca casi cualquier cosa.

La persona que convive con un duelo congelado debe saber que en algún momento toda esa carga emocional acabará emergiendo. En ocasiones, basta con un desencadenante repentino para que se mezclen un sinfín de sensaciones capaces de desbordarnos. Así, la muerte de una mascota, ver a alguien enfermo o incluso sufrir un pequeño percance, desencadena toda una avalancha de sentimientos que no saben bien cómo gestionar.

Para concluir, afrontar una pérdida es algo para lo que nadie está preparado. El duelo no es un proceso ni universal ni normativo, es dinámico, descarnado, complejo y hasta patológico en muchos casos. Ser capaces de pedir ayuda (y dejarnos ayudar) nos permitirá transitar por esta realidad de manera más ajustada y saludable.

*lamenteesmaravillosa

Adoro esos abrazos

Por El 21/04/2021

Adoro esos abrazos que recomponen mis partes rotas, esos que alejan la soledad y que me llenan de alegría. Porque cuando me abrazan con tanta fuerza que parece que quisieran romperme, en verdad me están arreglando. Porque hay abrazos que se crean de una conexión especial, de una sintonía que detiene el tiempo…

Hps 01 314No faltará nunca quien no aprecie un abrazo o quien diga que no sirven para nada, pero para todas las personas es totalmente necesario en un momento u otro de su vida. Hay muchos tipos de abrazos, tantos como personas, situaciones y relaciones, pero cada uno de ellos nos transmiten un mensaje.Muchas veces un abrazo es la mejor terapia, pues uno solo puede resultar suficiente para sentirnos renovados y seguir adelante. Los abrazos son la manera más corta de comunicarte con quien amas, pues se dice más que con las palabras.Fundir nuestros cuerpos en un abrazo nos llena de alegría, nos permite ser más pacientes y nos relaja. Además, sentirnos queridos y poder apreciar esa paz que nos transmite sentir el calor del otro fortalece nuestra autoestima.De hecho, los abrazos hacen que le pongamos mejor cara al dolor, que los demás comprendan cómo nos sentimos y una manera de mostrar nuestro amor y nuestro apoyo.

A veces un abrazo es meramente físico, fruto del contacto de dos cuerpos, ligero y rápido. Otras, por el contrario, los abrazos están cargados de emociones, las cuales son capaces de hacernos explosionar y sentir de manera indescriptible.Luego están los abrazos del alma, esos llenos de las intenciones más puras y amorosas… Con ellos somos conscientes de lo gratuita y accesible que es la paz, pues sentir al otro nos completa y nos permite dar sin mirar el amor que nos queda en la reserva.Un pequeño abrazo puede secar muchas lágrimas, una pequeña palabra llena de amor puede colmarnos de felicidad y una pequeña sonrisa puede cambia el mundo. Son esas pequeñas cosas que construyen nuestro mundo llenándolo de felicidad y de amor…Cuando estamos inmersos en uno de estos abrazos se para el tiempo y nuestras almas se sienten en armonía, creando una melodía que llena de ritmo nuestro corazón.

Es que abrazar la vida es lo mejor que podemos hacer por nuestro bienestar emocional y el de quienes nos rodean. Esto sucede siempre así porque los abrazos no necesitan de las palabras para decirlo todo, por eso no tiene sentido dejar que nos duela el alma, pues hay un abrazo para cada tristeza.¿Te has abrazado alguna vez? ¿Te has dado calor? ¿Has aliviado tus tristezas? ¿Te has felicitado por tus logros? La calidez de un abrazo íntimo y propio es indispensable para estar bien nutridos. De esta manera trabajamos el arte del amor propio, nos quitamos las corazas y nos alejamos del frío para acercarnos a la autenticidad.Abrazarnos significa que estamos abiertos a nosotros mismos, que somos capaces de vincularnos desde adentro y de conmovernos a nosotros mismos. Porque tocar nuestra alma mantiene unidos nuestro interior y nuestro exterior.Si te abrazas, te quieres. Si te quieres, te reconoces. Y, si te reconoces, te construyes. Porque recogernos entre los brazos libera nuestras emociones y nos permite acercarnos a lo bueno de la vida.Un abrazo es un poema escrito en la piel que nos protege del falso amor, de la dependencia, de la idealización y de todo aquello que nos debilita y empobrece, salvaguardando la valentía y la bondad que está dentro de nosotros.

*lamenteesmaravillosa.com

Mentir

Por El 10/02/2021

Imagina que un niño rompe un plato, y, rápidamente, su padre o su madre corren a regañarlo. Entonces, el infante decide mentir para evitar la reprimenda. El clima que se crea puede acabar por ser insostenible y la sinceridad en la infancia se pierde lentamente porque a pocos pequeños, igual que a los mayores, les gusta recibir castigos y amonestaciones por cada falta que cometen.

¿Qué podemos hacer? Primero, saber que fomentar valores, como la sinceridad en la infancia, es muy positivo para los pequeños. Tanto, que incluso mejora la inteligencia emocional de los chicos. Así pues, para evitar que los niños mientan cuando cometen errores o no quieran hacer algo, es necesario crear un clima positivo, en el que los problemas puedan ser expuestos y debatidos y cada situación no deseada no se convierta en un drama.

A través de la sinceridad, el niño también fortalece su autoestima. Por eso es importante que, como padres, adultos o tutores, no empleemos la mentira para dirigir su comportamiento.

El niño, según se hace mayor, va aprendiendo la diferencia entre mentira y verdad. En ese momento, puede discernir que muchas de las lecciones que ha recibido de sus padres no eran reales; así, entiende que ellos, y por extensión el mundo adulto del que sus padres son referencia, aprueba la mentira como un medio para conseguir objetivos.

A partir de los cinco años, el niño ya es capaz de mostrarse escéptico ante determinadas afirmaciones que le podamos hacer. Así, estamos en un momento crítico en el que nos van a tomar de modelos. Y más clave será todavía después de los ocho años, cuando separa acertadamente el error intencional del engaño.

Una vez comienzan a distinguir las posibilidades de la mentira sin entender al mismo tiempo el daño que puede causar, puede ser difícil volver atrás; los seres humanos tenemos mecanismos mentales muy poderosos para no ver aquello que no queremos ver. Por eso es importante conocer ciertos elementos que podemos implementar para que los niños sigan el camino de la sinceridad, aceptando sus errores y limitaciones.

Incluir la asertividad en la educación de los pequeños es uno de los mejores métodos para que aprendan el valor de la sinceridad. Podemos enseñarles que tienen derecho a reclamar la verdad, a que nadie les mienta o les intente manipular. Un derecho que también asiste a los demás.

Además, en su evolución natural, el niño aprende a diferenciar entre lo bueno y lo malo, asume sus fallos, encuentra alternativas para superar obstáculos y conseguir objetivos y, sobre todo, aprende desde el amor y el entendimiento sensato. Para ello, es recomendable:

Los niños, especialmente cuando son muy pequeños, no hacen nada con mala intención. Si juzgamos continuamente, bloqueamos la posibilidad de razonar, reflexionar y analizar si existen motivos ocultos que tal vez se nos escapan. ¿Qué hay detrás de la mentira? Antes de juzgar, estudiemos la situación y hablemos con el pequeño.

Es interesante escuchar con atención al pequeño, sin impulsividad. Así lo entenderemos mejor y podremos analizar si miente, imagina historias o tiene una intencionalidad diferente a la de decir la verdad.

En muchas ocasiones nos veremos necesitados de corregir al niño. Es normal, es parte de su educación. Pero hemos de ser asertivos, así el pequeño interiorizará mejor y pensará antes de actuar en futuras ocasiones.

Siempre es importante usar el refuerzo positivo. Cuando el pequeño actúe con corrección y sinceridad, lo premiaremos, demostrando lo mucho que nos agrada que actúe así. De esa forma, aumentamos la probabilidad de que repita este comportamiento u otros que vayan en la misma dirección, reduciendo al mismo tiempo la probabilidad de los que son incompatibles.

Recuerda que, como adultos, padres y tutores, somos el ejemplo a seguir por parte de los niños. De nada servirá decir una cosa si luego no actuamos de acuerdo a esa lección. Por eso, en el momento de enseñar, la mejor opción es hacerlo siendo nosotros mismos el ejemplo de sinceridad que el pequeño necesita.

Conviene no olvidar que los pequeños tienden a imitar a las figuras de autoridad, o sea, sus padres, profesores y hermanos mayores, sobre todo. Tengamos en cuenta siempre esta responsabilidad a la hora de actuar delante de un niño.

Recuerda, la sinceridad en la infancia refuerza la inteligencia emocional. Si quieres que tus pequeños sean autosuficientes, responsables y seguros de sí mismos, es muy necesario que conozcan bien sus emociones.

*lamenteesmaravillosa.com

No tengas miedo a cometer errores.

Por El 24/06/2020

No tengas miedo a cometer errores.

Probablemente, seas bastante exigente contigo mismo, al menos cuando los resultados no cumplen con tus expectativas. De hecho, seguro que, si te dieran la opción de cambiar algo de lo ocurrido o incluso de ti mismo, lo harías. La pregunta es ¿te

En algún momento de nuestras vidas, todos tenemos que enfrentarnos al gran reto de aceptarnos a nosotros mismos. Una cuestión que aparentemente no debería ser tan compleja, pero que realmente lo es.

Hps 01 213Nos aterra mirarnos al espejo, descubrir quiénes somos en realidad, pues no siempre nos comportamos como desearíamos ni cumplimos con las expectativas que hemos creado sobre nosotros.

Es más, en algunos momentos llegamos hasta avergonzarnos de cómo somos. Solo tenemos que pensar en las veces que nos hemos lamentado sobre algo que hemos hecho. Ahora bien, ¿por qué? Porque el fracaso no nos sienta nada bien.

Un profundo malestar nos invade cuando la realidad que deseamos no tiene nada que ver con la realidad que tenemos. De hecho, cuanto mayor es la diferencia, más dolorosos son los sentimientos que experimentamos. El escenario que habíamos imaginado se derrumba y no queda otra que intentar adaptarnos a lo ocurrido.

El fracaso nos introduce en un vacío, un vacío que nos duele igual o más que cualquier herida, que nos desafía y nos enfrenta a cada uno de nosotros. Lo que ocurre es que no nos gustan los sentimientos incómodos y por ello solemos evitar el dolor resultante de cada fracaso.

A veces, abandonamos y otras casi ni lo intentamos y optamos por algo menos desafiante y más fácil. Algo que nos alivia de forma momentánea, pero que no dura mucho porque podemos volver a estar en peligro, ya que no es fácil protegerse del fracaso. Entonces nos estancamos, permanecemos, no avanzamos, nos quedamos ahí, en nuestra zona de seguridad.

A pesar de ese estado de calma que nos proporciona nuestra zona de confort, existen ciertos riesgos si optamos por permanecer aferrados a esa sensación seguridad. Uno de los más peligrosos es la imposibilidad de avanzar, de seguir creciendo. De ahí que lo más adecuado sea modificar la relación que tenemos con el hecho de fracasar.

Para ello, es importante que nos recordemos a nosotros mismos que el fracaso forma parte de la vida. Y no, no es algo extraordinario o una frase de autoayuda más, existen muchos ejemplos que lo confirman.

No obstante, estoy segura de que cada uno de nosotros tenemos ejemplos suficientes para confirmar que fracasar es algo común y que, en muchas ocasiones, gracias a ello hemos descubierto otros rumbos y otros aprendizajes. Un fracaso es una oportunidad, un primer boceto, un borrador que nos ayuda a conseguir algo mejor.

Ahora bien, el fracaso también podemos verlo como un feedback para nosotros. Se trata de una oportunidad para reflexionar qué hemos hecho, qué es lo que no funciona y qué podría funcionar mejor.

En cuanto nuestra mente detecta que hemos fracasado, comienza a criticarnos, reprocharnos y culpabilizarnos. Somos expertos en latigarnos y recordarnos lo mal que lo hemos hecho y lo poco que valemos.

Ahora bien, si castigarnos a nosotros mismos fuera una estrategia válida para modificar nuestra conducta y alcanzar el éxito, ¿no seríamos perfectos? Entonces, ¿por qué lo seguimos haciendo?

El médico y psicoterapeuta inglés Russ Harris suele utilizar un viejo proverbio para concienciar sobre ello: si quieres que un burro tire del carro, puedes utilizar un palo o una zanahoria para ello. Es decir, puedes provocar que lo haga de mala gana si lo atizas con el palo o bien puedes ponerle una zanahoria delante, pero que no pueda alcanzar hasta llegar al carro y allí dársela como recompensa. Con ambas estrategias conseguirás tu objetivo, pero si utilizas el palo el burro será infeliz, mientras que si usas la zanahoria, será feliz.

Nuestra mente suele utilizar más la estrategia del palo que la de la zanahoria, nos lanza un gran número de críticas negativas y acabamos atrapados en el juego de la culpa: «idiota«, «fracasado«, «no podía hacerlo peor«, «no sirves para nada«, «¡qué perdida de tiempo!«, «¿por qué siempre tiene que pasarme esto a mí?«, «no tengo remedio«, «no tendría que haber actuado así«…

La cuestión es que sea lo que sea con lo que nos golpee, no nos ayudará a aceptar el malestar del fracaso ni tampoco a crecer o aprender de lo vivido. Todo lo contrario. Entonces, ¿cómo podemos reponernos cuando fracasamos? Las siguientes claves pueden ayudarnos:

• Desengancharse de los pensamientos poco útiles -> Hay que identificar los pensamientos que nos obstaculizan el camino y que nos hacen sentir mal, esas creencias que nos culpabilizan, pero que no aportan soluciones. Para ello, podemos decirnos que nuestra mente está empezando con la historia del perdedor.

• Permitirse experimentar los sentimientos dolorosos -> Aceptar el malestar, abrirse al dolor y observar cómo nos afecta es fundamental. De esta forma, liberamos esa carga que nos pesa y podemos continuar.

• Tratarnos bien a nosotros mismos -> Un error, un fallo, no tiene que ser un motivo para maltratarnos. Tenemos que ser amables con nosotros mismos, acompañarnos y apoyarnos. Reprocharnos no solucionará lo ocurrido.

• Valorar qué ha funcionado y cualquier tipo de mejora -> Reconocer y valorar todo lo que hemos hecho es un gran gesto de amabillidad hacia nosotros. Nuestro esfuerzo merece ser reconocido, igual que todo aquello que hemos hecho bien y con lo que podemos quedarnos.

• Descubrir algo que nos ayude a aprender y crecer -> En cada uno de nosotros, siempre hay algo que puede resultarnos útil. Para ello, podemos preguntarnos cómo podemos crecer a partir de lo ocurrido. No olvidemos que cada fracaso es también una oportunidad para avanzar.

• Actuar de acuerdo a nuestros valores -> Este es uno de los aspectos más importantes y que nos ayudarán a relacionarnos con el fracaso de otra manera. Porque si actuamos en base a lo que deseamos, a esos pilares que consideramos como fundamentales, será difícil que consideremos de forma negativa al fracaso.

Como vemos, el fracaso puede ser muy doloroso, pero no deja de ser una oportunidad maravillosa para conocernos si estamos dispuestos a aprender él.

* lamenteesmaravillosa.com

Niveles de estres

Por El 30/08/2019

Hay determinados factores físicos que pueden estar indicándonos que nuestros niveles de estrés están descontrolados. Debemos tenerlos en cuenta y aprender a gestionar nuestras emociones para evitarlos.
El estilo de vida moderno, las múltiples ocupaciones laborales y los problemas cotidianos nos hacen pensar que el estrés es una parte natural de nuestra vida. Si bien es cierto que es una reacción fisiológica a las situaciones adversas que aparecen día tras día, sus efectos pueden ir más allá cuando se prolonga en el tiempo.

Hps 01 137Está comprobado que estar sometidos de forma continuada a este estado emocional incrementa el riesgo cardíaco, debilita las defensas y eleva la posibilidad de padecer depresión. Y, aunque la mayoría de sus síntomas se manifiestan mediante los cambios de actitud, existen varias consecuencias físicas que pueden tener una fuerte relación con el mismo.
Lo más preocupante es que la mayoría de los casos no reciben una atención adecuada y acaban por convertirse en trastornos más graves.
Siendo conscientes de que todos lo padecemos en algún momento, es primordial descubrir esas cosas que indican que ya se nos está yendo de las manos.
Si nunca has sufrido reacciones alérgicas y de repente notas que estás cubierto con ronchas o sarpullidos rojos, es probable que se deba al estrés. Cuando el organismo presenta este tipo de trastornos, el sistema inmunitario tiende a desequilibrarse y el cuerpo inicia la liberación de la histamina química.
Si éste no logra controlarse a tiempo, puede generar urticaria y otras alteraciones cutáneas. De hecho, por este mismo factor, la piel puede desarrollar sensibilidad a cosas que antes no representaban un problema.
Las cefaleas y migrañas son síntomas comunes en aquellos que todo el tiempo tienen que resolver situaciones difíciles y estresantes. Esto es producto de la liberación de algunas sustancias químicas que interfieren en la actividad del sistema nervioso y los vasos sanguíneos del cerebro.
También es común que afecte los músculos y ocasione lo que se conoce como dolor de cabeza tensional.
Una amplia variedad de trastornos digestivos tiene que ver con constantes episodios de estrés físico y mental. Las hormonas que lo ocasionan alteran el funcionamiento del tracto gastrointestinal y derivan en síntomas como la acumulación de toxinas, los gases y la inflamación.
En algunos casos incluso aumenta el número de veces que el colon se contrae, lo cual se traduce en más calambres y diarrea.
El cortisol que se libera a causa de este problema provoca un bloqueo en el sistema inmunitario y disminuye su capacidad para combatir los patógenos que afectan la salud respiratoria.
Hay una alta probabilidad de que las personas estresadas contraigan un resfriado, herpes y otras enfermedades bacterianas y virales. Es conveniente resolver estos problemas de manera adecuada y completa, puesto que esta vulnerabilidad del sistema inmune es muy perjudicial para la salud física y mental.
Al parecer, se presenta por un desequilibrio hormonal, en el cual el cortisol predomina por encima de otras sustancias. Esta hormona interfiere en la actividad de las glándulas sebáceas de la piel y aumenta su producción de aceites. Ese exceso de sebo que se va acumulando poco a poco en los poros es el que deriva en la aparición de comedones, espinillas y puntos negros.
El insomnio y las dificultades para lograr un sueño reparador tienen mucho que ver con el estado emocional y los hábitos que se tienen durante el día.
Un organismo estresado y con dolencias musculares, enfoca los pensamientos en situaciones angustiantes. Y, a la postre, pierde su capacidad para dormir el tiempo adecuado.
Lo más grave de todo es que, con el paso de los días, el cuerpo pasa factura y desarrolla afecciones físicas que disminuyen la calidad de vida.
La fatiga o el cansancio extremo es una reacción normal del cuerpo cuando no se le brinda suficiente descanso y se le somete de forma continua a la tensión física y mental. Este síntoma viene acompañado de alteraciones en el estado de ánimo, que incluyen la depresión, la ansiedad y la irritabilidad.
*
mejorconsalud.com

Tómate tu tiempo

Por El 11/06/2019

Tómate tu tiempo, el que necesites y no el que otros te digan. Porque cada uno tiene su ritmo, cada uno necesita sus pautas, sus estrategias, sus despertares internos y esas ayudas externas a las que atenerse y que trabajar a diario.

Hps 01 52Entender esto es esencial porque a día de hoy, lo queramos o no, asumimos ciertas ideas erróneas que nos impiden dar forma a un proceso curativo auténtico.En los últimos años se ha ido popularizando la idea de que las personas somos resilientes por naturaleza. Se nos dice a menudo que el tiempo todo lo cura, y que solo hay que dejar que nuestro cerebro actúe, permitiendo que poco a poco emerja esa fuerza interior con la que disolver todo estresor, con la que superar toda situación adversa.
Es un error. El tiempo por sí mismo no cura, ni tenemos tampoco un piloto automático capaz de activarse para guiarnos por el camino de la resiliencia. Así, algo que nos indican los investigadores de este trabajo es que asumir este tipo de ideas nos sitúa en un escenario de auténtica pasividad psicológica, hundiéndonos de forma irremediable en unas arenas movedizas donde esperar una curación que nunca acontece.
La psicología popular, así como determinadas vertientes espirituales, suelen hacer germinar en nosotros creencias erróneas muy alejadas de lo que realmente dice la investigación. Asumir muchos de estos conceptos puede entorpecer nuestra curación psicológica, y por ello es necesario tener presentes alguno de esos falsos mitos. Son los siguientes.
• El tiempo todo lo cura (falso) > Cura lo que hagamos durante ese tiempo.
• Todo duelo dura tres meses (falso) > Cada persona necesita un tiempo determinado para afrontar una pérdida o una ruptura sentimental.
• Las personas fuertes pueden con todo (falso) > ¿Qué entendemos por personas fuertes? Etiquetar desde fuera a una persona como «fuerte» puede obligarla a tener sentirse mejor lo antes posible y eso es peligroso.
• Todos somos resilientes (falso) > La resiliencia se trabaja, se desarrolla, se afina y se individualiza en base a nuestra características y necesidades. No es un despertar espontáneo, es una artesanía que uno debe aprender y poner en práctica en el día a día y no solo en los momentos más necesitados.
las personas nos enfadamos con nosotras mismas por no sanar pronto, por no correr tan rápido como nos gustaría, por no poder ser los mismos de siempre. Si es así es porque vivimos en un mundo donde se nos insta a estar siempre bien, siempre funcionales, a vender una imagen de felicidad impoluta y deslumbrante.
Sin embargo, la vida no viene con filtros de Instagram, no podemos mejorar nuestro estado de ánimo con un solo «click». Tal tarea requiere tiempo y trabajo y ante todo un enfoque intencional. Por tanto, describamos dos sencillas estrategias para lograrlo.
• Tómate tu tiempo para hibernar. No se trata de dormir y de quedarnos aislados, sino de aplicar una de las ventajas de este proceso fisiológico que ponen en práctica los animales que hibernan: conservar la energía. Si tu cuerpo no puede más, si tu mente está agotada, descansa, deja de priorizar a los demás, deja a un lado el ruido externo para atender tus necesidades internas.
• Tómate tu tiempo para sanar. El que necesites y no el que te digan otros. Entiende que la curación no es un viaje con fecha de salida y fecha de llegada, es un proceso, una caminata sin comodidades donde no hay que mirar el paisaje o aquello que nos envuelve: la mirada se sitúa en el propio ser.
Por último, y no menos importante, no podemos olvidar que en ese proceso de sanación es bueno no renunciar a la compañía; hay que elegir a buenos compañeros de viaje. Elegir a un buen profesional que nos guíe en este proceso lo hará más fácil, y nos ayudará a entender que antes de volver a correr libres, una vez más, hay que aprender a andar de nuevo.
Lograrlo es posible, conseguirlo llevará su tiempo, pero alcanzaremos esa meta.
*lamenteesmaravillosa

Las Heridas Emocionales

Por El 14/05/2019

Las heridas emocionales de la infancia vaticinan en gran parte de los casos cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Son como lesiones psíquicas, como fragmentos sueltos y mal curados que nos impiden llevar una existencia plena e incluso afrontar los pequeños problemas del día a día con mayor soltura y resistencia.
Los signos de esas heridas psicológicas suelen evidenciarse de infinitos modos. Ansiedad, pensamientos obsesivos, mayor vulnerabilidad hacia determinados trastornos, problemas del sueño, actitud defensiva…
No es fácil lidiar con un pasado traumático, sin embargo, aún lo es más cuando esas marcas se originaron en una edad temprana. En esa primera etapa de la vida de un niño donde carece aún de estrategias personales para manejar y entender ciertas dimensiones.
Hps 01 16 1Así, de alguna forma, es muy común que siempre acontezcan 5 tipos de experiencias dolorosas o heridas emocionales de la infancia que terminarán dejando una impronta muy evidente en nuestra personalidad.
Veamos a continuación cuáles son nuestras heridas:
La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Por tanto, es común que en la edad adulta se experimente un constante temor a vivir de nuevo esta carencia. De ahí que aparezca por ejemplo una elevada ansiedad a ser abandonado por la pareja, pensamientos obsesivos y hasta conductas poco ajustadas por el elevado temor a experimentar una vez más ese sufrimiento.
La herida causada por el abandono no es fácil de curar, lo sabemos. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca, y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.
El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales de la infancia más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
La humillación es la herida que se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
La traición o el miedo a confiar en los demás surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus progenitores. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas profundas. En muchos casos, esa sensación de vacío y desesperanza se transforma en otras dimensiones: desconfianza, frustración, rabia, envidia hacia lo que otros tienen, baja autoestima…Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, la baja autoestima, la necesidad de perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
En estos casos, es importante trabajar la autoestima, el autoconcepto, así como la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Las heridas emocionales de la infancia relacionadas con la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.
*lamenteesmaravillosa

Pedir ayuda

Por El 09/04/2019

La decisión de pedir ayuda no siempre es fácil, sobre todo porque a veces pensamos que significa reconocer un fracaso o la debilidad.
Pedirle ayuda a un psicólogo es aún más complicado porque se le suman los estereotipos que existen sobre la salud mental. Sin embargo, lo cierto es que pedir ayuda es un acto de coraje y madurez.
Hps 01 125  Aun así, normalmente la decisión de acudir al psicólogo es un proceso en el cual la persona va tomando conciencia de su estado y su malestar, se da cuenta de que el paso del tiempo no es el bálsamo que esperaba y comprende que necesita apoyo para lidiar con esa situación.
   De la misma manera en que no tiene sentido soportar un dolor de muelas, tampoco tiene sentido aguantar el dolor emocional.
   Es importante que comprendas que no siempre tienes que enfrentar todo tú solo.
   En muchos casos, el paso del tiempo no es bálsamo suficiente y no sirve para curar la herida sino tan solo para añadir capas de resentimiento, odio y frustración.
   De hecho, considera que las emociones reprimidas, antes o después salen a la luz. Los sentimientos y los traumas que no se expresan, terminan acumulándose en el inconsciente y, cuando se conjugan ciertas condiciones, explotan.
   En otros casos se traducen día tras día en patrones de pensamientos y comportamientos negativos que constituyen un obstáculo para tu felicidad y dañan tus relaciones interpersonales.
   El psicólogo no resuelve los problemas, te ayuda a encontrar la solución
   Aunque hay muchas más razones para ir al psicólogo o que pueden llevarte a solicitar la ayuda de un profesional, vamos a ver 7 de ellas.
•Tener un espacio solo para ti.
•Comprender realmente qué te sucede.
•Ser escuchado sin que te juzguen.
•Obtener un punto de vista más global y
•Conocerte mejor y comprender a las personas.
•Aprender a gestionar tus emociones, pensamientos y
•Desarrollar habilidades de solución de conflictos.
De hecho, no solo se acude al psicólogo cuando te sientes mal y sientes que la situación te desborda.
También es una buena razón para ir al psicólogo cuando deseas tomar una decisión importante en tu vida, para profundizar en tus necesidades y tener una visión más clara de la vida que deseas.
La Psicología también puede ayudarte a darle un vuelco a tu vida, a conseguir tus metas, a mejorar tus relaciones de pareja o simplemente a tener mayor autoestima y confianza en ti mismo.
*psicopedia.org

Ansiedad por Fobia Específica.

Por El 28/02/2019

Una fobia es un miedo intenso y progresivo o ansiedad por un determinado objeto, animal, actividad o situación que ofrece poco o ningún peligro real.
Causas
Las fobias específicas son un tipo de trastorno de ansiedad en el cual una persona puede sentirse extremadamente ansiosa o tener un ataque de pánico cuando es expuesta al objeto del miedo. Las fobias específicas son un trastorno psiquiátrico común.Las fobias comunes son, entre otras, el miedo a:

-Estar en lugares donde es difícil escapar, como entre multitudes, puentes o estar solo en el exterior.
-Sangre, inyecciones y otros procedimientos médicos
-Ciertos animales (por ejemplo, perros o serpientes)
-Espacios encerrados
-Volar
-Lugares altos
-Insectos o arañas
-Relámpagos
Síntomas
Estar expuesto al objeto de la fobia o incluso pensar en estar expuesto a dicho objeto provoca una reacción de ansiedad.
-Este miedo o ansiedad es mucho más fuerte que la amenaza real.
-Se puede experimentar sudoración excesiva, tener problemas para controlar los músculos o las acciones, o frecuencia cardíHps 01 84aca rápida.


Usted evita situaciones en las cuales se puede presentar contacto con el objeto o animal que causa el miedo. Por ejemplo, evitar conducir a través de túneles, si estos son su fobia. Este tipo de evasión puede interferir con el trabajo y la vida social.
Pruebas y exámenes
El proveedor de atención médica preguntará por los antecedentes de la fobia y obtendrá una descripción del comportamiento de parte suya, de su familia y de amigos.
Tratamiento
El objetivo del tratamiento es ayudarle a vivir su vida cotidiana sin ser paralizado por los miedos. El éxito del tratamiento por lo general depende de la gravedad de la fobia.
A menudo lo primero que se trata es la psicoterapia. Esta puede implicar cualquiera de las siguientes:
La terapia ayuda a cambiar los pensamientos que causan el miedo.
El tratamiento basado en la exposición. Esto implica imaginar partes de la fobia partiendo de la menos temida a la más temida. También lo pueden exponer gradualmente a su miedo de la vida real para ayudarlo a superarlo.
Las clínicas para los casos de fobias y la terapia en grupo, las cuales ayudan a las personas a lidiar con fobias en común, como el miedo a volar.
Ciertas medicinas, generalmente usadas para tratar la depresión, pueden ser muy útiles para este trastorno. Funcionan al prevenir sus síntomas o haciéndolos menos graves. Debe tomar estas medicinas todos los días. NO deje de tomarlas sin antes hablar con su proveedor.
También se pueden recetar medicinas llamadas sedantes (o hipnóticos).
Estas medicinas solo se deben tomar bajo la dirección de un médico.
Su médico le recetará una cantidad limitada de estos fármacos. No se deben usar todos los días.
Se pueden usar cuando los síntomas se vuelven muy graves o cuando está a punto de exponerse a algo que siempre desencadena sus síntomas.
Si le recetan un sedante, no beba alcohol mientras tome esta medicina. Otras medidas que pueden reducir la cantidad de ataques incluyen:
-Hacer ejercicio de manera regular
-Dormir bien
-Disminuir o evitar el consumo de cafeína, algunas medicinas de venta libre para los resfriados y otros estimulantes
-Expectativas (pronóstico)
Las fobias tienden a ser constantes, pero pueden responder al tratamiento.
Posibles complicaciones
Algunas fobias pueden afectar el desempeño laboral o el desenvolvimiento social. Algunos ansiolíticos utilizados para tratar las fobias pueden causar dependencia física.

Ansiedad en adolescentes

Por El 07/02/2019

Ansiedad en adolescentes.
El adolescente es una persona nerviosa por naturaleza. Y no es para menos, con tantos cambios en su cuerpo y en su entorno. Sin embargo, la ansiedad ha de permanecer siempre entre unos límites, para no interferir de manera negativa en la vida del adolescente. A mayor ansiedad, por ejemplo, peores resultados académicos.
Hps 01 163Los adolescentes con niveles altos de ansiedad, suelen mostrarse inseguros, perfeccionistas, con gran necesidad de recibir la aprobación de los demás para que les aseguren la calidad de lo que hacen. Confían poco en sí mismos, les da miedo cualquier situación y requieren la constante presencia del adulto para enfrentarse a sus temores.
Un tipo concreto de ansiedad, que experimentan algunos adolescentes ante la posibilidad de tener que separarse de sus padres, o de aquellas personas queridas.
Antes de admitir el verdadero motivo (no querer separarse de sus seres queridos) dan mil justificaciones, incluso pueden presentar un cuadro físico muy espectacular con vértigos, desmayos, dolores o palpitaciones.
Crisis de ansiedad (ataque de pánico) en su grado máximo, aparece de forma brusca y suele ser de corta duración (30 minutos). La forma más dramática es la sensación de muerte inminente, el adolescente se pone blanco y presenta un cuadro de lo más llamativo, semejante a patologías físicas muy graves, aunque, lógicamente, sin las secuelas de éstas.
• Palpitaciones, ritmo cardiaco acelerado.
• Sudoración.
• Temblores o sacudidas corporales.
• Sensación de ahogo.
• Dolor en el pecho, molestias alrededor del corazón.
• Náuseas, molestias abdominales.
• Mareo, sensación de pérdida de conciencia.
• Miedo a volverse loco o a perder el control.
• Miedo a morir.
• Sensación de hormigueo en diversas partes del cuerpo.
• Sofocos o escalofríos.
Al adolescente le queda, durante bastante tiempo, el temor a que se repita este episodio, por lo mal que lo pasa; con lo que no es de extrañar que por un tiempo no quieran salir solos, o incluso que no quieran salir de casa.

Autoestima

Por El 31/01/2019

La autoestima está conformada por pensamientos, sentimientos y opiniones que tenemos sobre nosotros mismos. Esto significa que la autoestima no es fija. Puede cambiar, según la manera en la que pensamos. Con el transcurso del tiempo, los hábitos de pensamientos negativos sobre nosotros mismos pueden hacer caer la autoestima. A veces, las personas ni siquiera se dan cuenta de que tienen pensamientos tan negativos acerca de sí mismos. Pero una vez que tomes consciencia y sepas que la manera de pensar depende de ti, puedes cambiar la manera de pensar. Y cambiar el modo de pensar acerca de ti mismo cambia la manera en que te sientes contigo.
43429709 1650304291737320 138702116238655488 oPor eso, si quieres sentirte mejor contigo mismo, prueba algunas de estas cosas:
Concéntrate en lo que te está yendo bien. ¿Estás tan acostumbrado a concentrarte en tus problemas que son lo único que ves? La próxima vez que te encuentres fijándote en los problemas y las quejas que tienes de ti mismo o de tu día, busca algo positivo para contrarrestarlo. Todos los días, escribe tres cosas buenas acerca de ti mismo y/o tres cosas buenas que sucedieron ese día debido a un acto o un esfuerzo tuyo.
Apunta al esfuerzo más que a la perfección. Algunas personas se refrenan por su propia presión para ser perfectas. No logran cosas porque no lo intentan. Si piensas: "No voy a presentarme a la audición para la obra porque probablemente no me den el papel principal", seguramente ese rol lo obtendrá otra persona.
Piensa en los errores como en oportunidades de aprendizaje. Acepta que cometerás errores. Todos lo hacen. Forman parte del aprendizaje. En lugar de pensar "Siempre hago las cosas mal", recuérdate a ti mismo que eso no ocurre siempre, sino que es lo que ocurrió en esta situación específica. Modifica los pensamientos que te hacen sentir inferior. ¿Con frecuencia te comparas con otros y terminas sintiéndote menos talentoso o realizado? Sé consciente de lo que estás pensando. Algo como: "Es mucho mejor que yo. No soy bueno en el futbol. Tendría que dejar de jugar", "Es más guapa e inteligente que yo", te llevará a sentirte inferior y a no sentirte bien contigo mismo. Relájate y diviértete. ¿Alguna vez piensas cosas como: "si fuese más atractivo, tendría más amigos"? Los pensamientos de este tipo pueden abrir un camino hacia la baja autoestima porque se centran en lo que no es perfecto en lugar de sacar lo mejor de la realidad. Pasa tiempo con personas a las que quieras, haz las cosas que amas y concéntrate en lo que está bien. Esto te ayudará a sentirte bien contigo mismo, tal como eres.

Redes Sociales

Por El 28/01/2019

Las redes sociales, han cambiado la forma de relacionarnos y han llegado a influir, en algunos casos, en nuestro comportamiento. Cada persona utiliza las redes sociales con una finalidad: difundir su trabajo, dar a conocer su empresa, vender productos y servicios o contactar con antiguRrssos amigos. De manera que la forma en cómo son utilizadas repercute en el individuo.

Desde su aparición se han llevado a cabo muchos estudios con el objetivo de conocer cómo afectan a nuestro comportamiento y a la forma que tenemos de valorarnos. Los resultados obtenidos han demostrado que un uso excesivo de redes sociales contribuye, por un lado, al aumento del estrés y la sensación de soledad y por otro, a la disminución del sentimiento de felicidad.
Incluso, algunos estudios han relacionado la adicción a las redes sociales con una baja autoestima. Resultados que se han visto apoyados por la presencia de sintomatología depresiva y falta de habilidades sociales en ellas. La razón se encuentra en que ante tantas publicaciones de la vida de los demás, la persona adicta realiza continuas comparaciones y acaba por pensar que su vida es aburrida, miserable y vacía. Sin darse cuenta de que el tiempo que podría estar dedicando a enriquecerla, lo está malgastando.
Por otro lado, la autoestima también se ve afectada de manera negativa cuando, para impresionar a los demás, se inventa una vida que no tiene para recibir más likes o comentarios. Porque a pesar de experimentar esa intensa pero breve sensación placentera cuando publica algo, más adelante esto no fortalecerá su propia valoración personal, sino que puede convertirse en una esclava de las opiniones y los juicios de los demás.
A menudo, las redes sociales funcionan como un escaparate donde exponer casi exclusivamente todo lo que está relacionado con la felicidad. Comportamientos que de forma puntual no indican nada, pero que en exceso ayudan a la creación de un personaje o de una auténtica máscara. En el fondo, la adicción a las redes sociales indica una necesidad que no está cubierta. Un vacío que se parchea con la visita a los perfiles de los demás o la invención de una vida propia.
Ahora bien, las redes sociales no son malas ni peligrosas, sino el uso que hacemos de ellas. Por eso es muy importante tener en cuenta hasta qué punto son una prioridad en nuestras vidas. Nunca algo que tenga que ver con el exterior va a producirnos la felicidad que realmente queremos y necesitamos, porque esta solo es accesible desde nuestro interior.

Enfermedades Psicosomáticas

Por El 16/01/2019

La relación de la mente sobre el cuerpo es bien clara. Del mismo modo que las enfermedades físicas influyen en nuestro estado de ánimo y nos provocan temor, miedo o preocupación, muchos problemas psicológicos provocan síntomas físicos.
000002Las enfermedades psicosomáticas son muy frecuentes; casi un 12% de la población europea sufre estas molestias y se considera que una cuarta parte de las personas que acuden médico de atención primaria presentan este tipo de enfermedades.
A menudo los médicos tratan con fármacos a estos pacientes administrándoles ansiolíticos, pero al cabo de un tiempo éstos vuelven con el mismo problema sin resolver o con otros síntomas diferentes. Al final el médico deriva a este tipo de pacientes al psicólogo alegando que todo es una cuestión de “nervios”.
No se trata de tener un trauma infantil ni nada por el estilo, simplemente, hay ocasiones en las que algo nos supera y no sabemos cómo hacerle frente o bien llevamos un ritmo de vida demasiado acelerado como para que nuestro cuerpo no se resienta.
Un 25% de las molestias físicas que podemos sentir se deben a causas psicológicas. En este punto es donde se encuentran las enfermedades psicosomáticas. Nuestras emociones influyen en nuestro cuerpo, al igual que éste influye en nuestras emociones.La ansiedad, el estrés y la depresión actúan sobre distintas hormonas, provocando cambios en nuestro organismo, que nos hacen más sensibles al dolor e influyen en distintas enfermedades. Un ejemplo serían los estudios que relacionan el estrés con el cáncer.
Tras observar que la depresión, la ansiedad y el estrés, entre otros, son factores que influyen tanto el origen, el mantenimiento y la evolución de distintas patologías físicas, es más fácil comprender la influencia de nuestra mente sobre nuestro cuerpo y el papel del psicólogo en nuestras molestias físicas.
Es posible mejorar la calidad de vida de las personas que padecen enfermedades psicosomáticas entendiendo de dónde provienen las molestias físicas que sufren y cambiando aquello que las provocan: estrés, autoexigencias elevadas, vida etc.

Ansiedad

Por El 16/01/2019

Para los millones de personas en el mundo que padecen trastornos de ansiedad y pánico, unos 10 millones en España, la vida cotidiana puede ser más complicada de lo que la mayoría de la gente cree. Cualquier acontecimiento puede generar miedo, pensamientos negativos, ataques de pánico y síntomas físicos persistentes. Hps 01 109Además, la situación puede complicarse si sientes que nadie entiende lo que te ocurre.
Existen ciertos estigmas sociales para las personas con ansiedad, pero las oportunidades para superarla van en aumento. La gente con ansiedad experimenta a diario, desde comentarios impertinentes hasta miedos intensos, pero todos podemos hacer por ayudar.
-Lo molesto que resulta ese “cálmate”
La última cosa que puede relajar a una persona con ansiedad es que alguien le diga que se calme. De hecho, puede empeorar la situación. Algunas investigaciones sugieren que intentar calmar a alguien en mitad de una crisis de ansiedad puede incrementar la respuesta emocional que surge en ese momento. Como consecuencia, al intentar no tener miedo, el enfermo puede mostrar una reacción más intensa hacia lo que le produce pánico.
En vez de animar a alguien con ansiedad a que se relaje, ofrecerle apoyo y comprensión. Decirle a alguien que se calme no es una buena idea, sobre todo porque nadie se imagina por lo que esa persona está pasando. Si pudieran calmarse, lo harían; es una visión demasiado simplista de las emociones. Lo mejor sería preguntarles algo como ‘¿Qué te hace sentir así?’ Reflexionar sobre ello y expresar sus sentimientos, en general, les puede ayudar a superarlo.